Camino
por la Gran Vía, a toda prisa, una de las calles que más me gustan.
Aspiro, mientras me choco con unos y con otros, el olor del alboroto
variopinto de gentes de todos los tipos y estilos.
Gentes
de aquí y de allí, que disfrutan de Madrid. Saborean las calles
cubiertas de asfalto caliente, duro y ruidoso.
Sobre
todo de las tiendas que hay desde una punta de la red de San Luis
hasta Callao, donde puedes hacer uso del consumo hasta hartarte.
Mientras
ando deprisa esquivando al personal, pienso en el vestido que me voy
a comprar, ese que vi el otro día en Zara, tienda que me vuelve
loca, necesito que ese vestido sea mío.
Llevo
haciendo dieta desde que lo vi y me está costando Dios y ayuda. Lo
que más me gusta en el mundo es el chocolate y llevo sin probar mi
manjar favorito un mes, entre otras muchas cosas. Las ensaladas y el
pollo a la plancha forman parte de mi vida ahora mismo. Si que es
verdad que el sacrificio esta dando sus frutos, por lo menos he
perdido tres kilos. Espero que el vestido me entre en este cuerpo
escultural que se me está quedando.
Estoy
en Zara entro como una posesa y busco mi vestido. Entallado de seda
salvaje, negro que seguro me hará más delgada, con los zapatos de
salón me queda que ni pintado.
CONTINUARA...