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martes, 26 de octubre de 2010

MUJERES DE MADRID


Ese día el café estaba más lleno que nunca. Las tres chicas estaban de pie en la barra.
De fondo la música de Philps Collins, sonaba haciendo que sus cuerpos se balancearan a su son.

A su lado tres hombres se fijaron en ellas, Irene se dio cuenta, porque ella también se fijó en ellos, sobre todo en uno en particular.
Un hombre alto y guapo, moreno y con unos ojos negros que se clavaban en ella, sin dejar de mirarla ni por un solo instante. Esperando quien daba el primer paso.

Una mesa quedó libre, Rocío salió corriendo, como poseída, empujando a todo aquel que se interpusiera en su camino.
Llegó a su objetivo, sentándose en la silla, rendida por el esfuerzo hecho.
Sara la siguió más tranquila deleitándose con el contacto de la gente, hasta que llegó, se sentó mirando a Roció, que tenía su sonrisa picarona.

Irene se quedó hablando con aquel tipo.
Sus ojos negros como el tizón, penetraban en ella como el hilo en la aguja, recorriendo su cuerpo que seguro deseaba.

Al cabo de un rato, Irene volvía a la mesa con una sonrisa de oreja a oreja.



- No me digas más. Has quedado con él. ¿A qué si?
- Si, si!! Esta noche tendré sexo con un tío veinte años mayor que yo. Después de lo del veinte añero, idiota!! Necesito un hombre hecho y derecho.
- ¿Qué pasó con el veinte añero? -Preguntó Rocío intrigada.
- No quería ponerse el condón, el muy cretino me dejó tirada en el servicio, más mojada que la taza del water, que por cierto estaba asquerosa.
- Así no va, el alcohol y las drogas hacen que hagamos cosas que de otra manera no haríamos.
- El problema es la falta de información, o el poco interés que se pone en ello, creemos que lo sabemos todo. - Apuntó Sara.
- Bueno y vosotras que os contáis.
- Yo me encontré con Rebeca en París. - Dijo Sara
- Ah!! Tu rollete de la universidad, bueno más que rollete. Esa chica era un encanto. No se como la dejaste escapar.
- Ya, yo tampoco pero ya sabéis, mis comeduras de tarro. 
Me lo hice con ella, nos fuimos a su casa. -Sara lo dijo bajando la cabeza.
- ¿Y que problema hay?
- No, ninguno. Rebeca tiene cáncer de mama, esta mejor, aunque lo ha pasado mal, ella lo cuenta como si nada, como si fuera algo normal, quizás lo tenga asumido. Es tan optimista que asusta, tan alegre que te hace sentir culpable, por tener más miedo tu que ella. Resumiendo lo lleva genial.
- Sigo sin ver el problema.
- Le falta el pecho derecho, aquello me impactó más de lo que podía esperar. Tuve sentimientos encontrados quería irme, besarla, hablar sin más, desaparecer para siempre, decirla que ahí estaba yo para lo que hiciera falta, tantas cosas se me pasaron por la cabeza, que ella se dio cuenta. Su rostro cambió y  ella fue la que me animó a mí.
Pese a todo no desaproveche la ocasión.
- Pues hiciste bien, espero que no sufra,esa chica te quería de verdad.
-Lo se, pero la enfermedad ha hecho que se tome la vida de otra manera, así que hablamos del tema y todo quedo claro.


Rocío estaba inquieta, dentro de unos días se haría su primera Invitro, deseaba que todo saliera bien. Por eso su cara era un poema, y sus amigas se dieron cuenta.


-¿Qué te ocurre Rocío? -Preguntó Sara preocupada.
- Estoy ansiosa, por hacerme la inseminación. Quiero que todo salga bien, pero no soy muy optimista, tengo miedo.
- Ya veras como todo sale bien, ten esperanzas, la ciencia abanza mucho, cada vez más. Esto será pan comido. - Dio Irene animando a su amiga.
Rocío merecía esa oportunidad. Aunque sabía también que la ciencia en casos de inseminación influía solo lo justo.
- Estoy de acuerdo con Irene. -Apuntó Sara también.


Las chicas terminaron sus cafés y siguieron hablando de sus inquietudes, experiencias y vivencia, animándose con todo el cariño que se tenían. Respetando la amistad y disfrutando del ambiente que reinaba en el local.
Mañana será otro día.

jueves, 21 de octubre de 2010

ROCIO< MUJERES DE MADRID

Su primer café de la mañana le calmaría los nervios. Rocío iría hoy a hacerse su primera invitro.

Lleva tanto tiempo esperando este momento, que el corazón se le sale por la boca, le tiemblan las piernas y el ansia no la deja dormir.

Se mira al espejo y las ojeras son más visibles que nunca, a sus treinta y tres años Rocío se ve mayor.

Estos meses han sido tan duros, para ella y para Juan, que necesita que todo salga bien, volver a repetir el tratamiento sería un auténtico suplicio. Pese a las ganas que tiene de ser madre.

Juan entra en la cocina, mira a Rocío con dulzura, no se fija si quiera en las ojeras, que tiene bajo los ojos color miel. Su sonrisa forzada le anima, pues piensa en el esfuerzo tan grande que hace para no "venirse abajo"
El le aporta todo lo que una mujer puede desear.
- Llegó el momento. ¿Estas bien?
- Sí, cansada y ansiosa, deseando que todo acabe y sobre todo que salga bien.
- Sabes que tienes que estar preparada para todo. ¿Verdad? 
- Tengo en la cabeza toda la información que nos han dado todo este tiempo, aparto en mi mente lo que no quiero que pase.
- Tienes que estar preparada para lo peor, sin descartar el optimismo. Acuérdate de lo que te ha dicho el psicólogo. - Dijo Juan preocupado por las ilusiones que ella pudiera hacerse.
- Ya lo se. Estoy preparada para todo, no te preocupes.


Rocío mintió a Juan para no preocuparlo más, su angustia era mayor de lo que aparentaba, sabía muchas cosas del tratamiento y no todo era bueno.
Podían pasar varias cosas que Rocío no quería ni pensar, pero por desgracia lo hacía, no podía evitarlo.

Ella sabe que tiene unas pocas oportunidades, tras varios ciclos de invitro disminuyen las posibilidades de embarazo y eso la asusta tremendamente, entre otras más cosas que puedan pasar.



Terminó su café y beso a Juan , se puso tan cerca de él que su olor la despertó de sus malos pensamientos, le miró a los ojos con deseo y él la correspondió.
Abrió las piernas y se sentó encima.
El la besó en la boca, mientras Rocío desabrochaba su camisa. Ella notaba como sus fuertes manos acariciaban su espalda, subiendo poco a poco el jersey que llevaba puesto.
Inmediatamente el jersey cayó al suelo, desabrochando segundos después el sujetador de Rocío.
La lengua de Juan buscaba sus pezones, dibujando una linea entre el cuello y sus pechos. 
Rocío se estremeció de placer, notando como en el interior de los pantalones aquello despertaba, abriéndose paso entre su ropa interior y los vaqueros.
Rocío desabrocho el botón y bajo la cremallera, saco con sus manos el miembro de Juan. Ella se levantó la falda.
Juan la cogió por la cintura y la subió encima de la mesa de la cocina, todo se fue al suelo, pero eso les puso aún más, tan calientes como las llamas de un fuego, culminaron encima de la mesa su pasión. Desinhibidos, dejaron en blanco sus mentes, se sintieron mas fuertes que nunca. Siempre se tendrían el uno al otro.

sábado, 9 de octubre de 2010

SARA; MUJERES DE MADRID

Sara y Sergio se fueron de viaje a París, ese fin de semana.
Sergio se quedó en la piscina del hotel, era un gran nadador se hacía los largos sin esfuerzo alguno practicaba, todos los estilos y muy bien por cierto.
Sara se levantó más tarde, el día era maravilloso, hacía un sol espléndio y se decidió a salir de compras, no sabía lo que duraria ese cielo tan azul.
Se recogió el pelo en una coleta, dejando unos rizos sueltos, se puso sus vaqueros viejos y una camiseta. Sus zapatillas más cómodas, pues pensaba caminar bastante, si no se estropeaba el tiempo.
Se guardaria un paraguas por si acaso llovía.

Pasear por las calles de París la inspiraba ternura, esa ciudad la apartaba de todo, su olor la evadía de sus pensamientos, la gente era educada y tranquila. 
El color de las calles la hacía sentirse segura. Por algo la llaman la "ciudad de la luz", pensó.
Miraba los escaparates de las tiendas, no es que la entusiasmara comprar, solo curioseaba, también aprovechaba para observar a la gente, a la que no conocía de nada, con la que no tenía la necesidad de hablar.

Entró en una tienda, la dependienta se acercó a ella, en un frances algo chapurreao, le preguntó si podía ayudarla.
Sara olía el aroma de ese bote que la inspiró el olor de su casa, cuando su madre limpiaba con agua y chorrito de jazmín, eso impregnaba la estancia, durando semanas sin que el olor se fuera.


Levantó la mirada cuando notó que le daban en el hombro.
-Sara!!
Sorprendida al oír su nombre.
- ¿Rebeca?
- Que casualidad!! ¿Qué haces por aquí?

Rebeca un rollete de la universidad, hacía años que no sabía de ella, pero siempre se llevaron bastante bien, cada vez que se acordaba de ella, le daba un vuelco el estómago.

- ¿Qué es de tu vida?
- Te puedo contar de todo. Puse esta tienda después de venirme a éste país que adoro. Lo elegí para curarme, tengo cáncer de mama.

Dijo la palabra cáncer con tanta naturalidad como se bebe el agua. Con el miedo que nos da a todos pronunciar esa palabra, Rebeca la dijo como si nada.
- Lo siento,  no lo sabía.
- Cómo lo vas a saber si no hemos hablado desde entonces. ¿Te acuerdas de ése día?

Sara nunca olvidaría el plantón que le dio a Rebeca, por querer ella irse a vivir con Sara. Entonces se entristeció aún más.

- Estoy mejor, no te preocupes, todo el mundo tiene la misma reacción cuando le hablo del tema, yo por el contrario, me siento afortunada. El tratamiento me ha funcionado muy bien, no es un camino de rosas pero, lo estoy superando con mucho ánimo. Lo único malo es que el pecho derecho me lo tuvieron que quitar. Pero aparentemente no se nota, ¿Verdad?

Sara miró sus tetas, se avergonzó de ello, porque pensó en esos pechos, que Rebeca tenía y que ella tocó, eran los más bonitos que Sara había visto nunca.

- Ya se lo que piensas!!
- A, si. -Dijo Sara sorprendida.
- Sí, te encantaría tomarte un café conmigo. ¿A qué sí?
Sara se ruborizó del todo.
- Me encantaría.
- Dejo a Lourdes, al cargo, es mi dependienta preferida. Tu ya me entiendes!! Y nos vamos

Recordaron viejos tiempo en el café. Sara se asustó tanto ese día que desapareció para siempre, cosa de la que se arrepintió muchos años, porque Rebeca era una tía genial.
Sara estaba tan obsesionada con que nadie supiera que era lesbiana que se fue sin dar explicación de lo que sentía. No estaba preparada, quizás nunca lo estuviera.

Acabaron en casa de Rebeca, Sara llamó a Sergio, contándole que llegaría más tarde, que cenara sin ella.

- Siempre te he querido Sara. ¿Lo sabes?
- Sí, lo se, pero yo...
Entre la tenue luz de la lámpara, las velas que Rebeca tenía por toda la casa y el vino, Sara se estaba chispando.
Rebeca se levantó sin aguantar más y besó a Sara en la boca, suavemente le acarició el pelo y Sara recordó como eran sus encuentros con ella.
Era tan vital, tan alegre que hacía de un mal día uno mejor, pero lo bueno que todavía seguía siendo así, eso le gustaba.
Sara la apartó no quería que Rebeca se hiciera ilusiones.

-¿Qué ocurre?
- Tengo miedo, que no quieras que me vaya, después de esto.
- He estado mucho tiempo sin ti, tengo una vida que me encanta y relaciones esporádicas que es lo que ahora mismo necesito, no te preocupes te dejaré marchar.
- Ven aquí. - Rebeca se la llevó al dormitorio. -Sienta.

Rebeca se quito la camisa y después el sujetador.
Sara se llevo las manos a los ojos, nada la había impactado tanto, nunca en la vida.
Rebeca se acercó, la separó las manos y las atrajo hacía su pecho. Sara no podía apartar la manos y Rebeca la besó.

_ Te sientes incómoda, te da mal rollo.
- Si
- No eres la única, yo me miro y vomito.
- No es por ti, quizás si apagas la luz.
- Está bien. Empecemos de nuevo.

Con la luz apagada Sara se trasladó años atrás, cuando la dos se amaban, jugando con su cuerpo, sin cicatrices , sin ataduras, libres como pájaros volando el cielo, entre nubes de algodón.

domingo, 3 de octubre de 2010

IRENE; MUJERES DE MADRID



Irene se preparaba para introducirse en la noche Madrileña juvenil, se haría pasar por una chica de veinte años, cosa que no sería muy difícil, pues no aparentaba la edad que tenía.
La nostalgia de aquellos años invadió su mente, que recordaba sin querer su primera vez. Lo desechó al instante, no era agradable para ella recordar aquel momento.
Su jefa era bastante exigente con ella, era buena en lo que hacía y Olga quería el cien por cien, nunca bajar la guardia, decía mirándola a los ojos, a veces daba miedo, la pasión que ponía en el trabajo.


Se puso su mejor vestido, uno de licra que resaltaba su figura, se dejo el pelo suelto para parecer más joven y botas altas. Se miró al espejo y se vio muy bien, "pareces una jovencita" pensó para sí.
Cogió el bolso y se marchó dispuesta a romper la noche.


A la una quedó con María su amiga de juergas, que se conocía la noche de Madrid tanto como Irene, inseparables, incansables y rompedoras con los hombres las dos adictas al sexo y supervivientes mujeres.
El objetivo de Irene en esa noche, era ver como se lo montan los jóvenes, en esas madrugadas de sexo, drogas y alcohol, para su interesante artículo.


Pidieron sus copas, comenzaba la noche, aquello prometía, divisaban jóvenes de todos los tipos y colores, que empezaban su fiesta particular.
Irene bailaba ensimismada en sus propios pasos, esa música la evadía de todo, como una loca movía su acompasado cuerpo.
Levantó la cabeza y entre la gente que bailaba como ella vio a un moreno que la miraba mientras se acercaba a ella.
Le tenía delante de sus narices y sin mediar palabra aquel "tío bueno" de no más de veinte años le pegó un morreo de más de veinte.
Su cuerpo se estremeció, el niño besaba que da gusto y ella se puso cachonda. El la cogió del brazo y ella se dejó llevar.


Se metieron en el servicio los dos muy calientes con ganas de hacérselo cuanto antes, el uno al otro.
Ese chaval se lo montaba pero que muy bien, sabía donde tocarla. 
Irene no es mucho de preliminares pero esa vez dejo que el moreno que le había dado ese beso la dejara sin respiración.


Recorría su cuerpo con manos firmes, suavemente la besaba el cuello, mordisqueando el lóbulo de su oreja. Irene casi se desmaya de placer.
Buscó entre su vestido casi ya subido hasta la cintura y bajó el tanga con mucho cuidado, ella se desprendió de el  en seguida.
Irene desabrochó el cinturón de sus pantalones y se los bajó, mientras él la besaba en la boca, palpando sus firmes pechos. Los dos encendidos no podían más.
Entonces el bruscamente le dio la vuelta, Irene sorprendida le apartó de un empujón.


- Oye ¿Qué haces?
- Por detrás, ¿No quieres?
- No, ponte condón!!
- Qué dices chica!! ¿No tomas la píldora, esa?
- Aunque la tomara, cosa que a ti no te importa, te pones condón.
- Pues guapa!! Ahí te quedas, ya buscaré a otra.


Irene se quedó furiosa, mojada y sola en aquel servicio sin poder creer lo que había vivido en ese sevicio le parecía subrrealista.
María la esperaba en la barra.


- No te vas a creer lo que me ha pasado.
- El que. Ese tío estaba como un queso.
- Sí, también es un cretino. Quería hacerlo a pelo, sin condón. ¿Te lo puedes creer?
- Estos niños están locos.
- Joder!! El tío se lo montaba bien. Pero es un necio, a lo que a precaución se refiere no tiene ni idea. Será idiota!!
- Tendrás que acabártelo tu sola.
- Ni lo sueñes no acaba la noche sin que me lo haga con alguno. ¿Te vienes al servicio?
- Qué dices loca!! Me van los tíos.
A mi también. Quiero mear. Me acompañas, boba.


Las dos se marcharon al servicio, riendo a carcajada limpia.