Sara decidió irse a casa de sus padres. Un pueblo en la costa mediterránea. Por el camino se arrepintió varias veces, pero aún así, siguió conduciendo se Megane negro.
Hacía años que no visitaba esa casa, después de los años sería aún peor volver.
Se le humedecen los ojos mientras conduce por las carreteras que la llevarán a revivirlo todo de nuevo.
La pérdida de su hermana les cambió la vida para siempre y para colmo sus padres le echan la culpa a ella de la tragedia.
Pero ella también perdió a su hermana y ese dolor vivirá con Sara para siempre.
Según iba acercándose el momento, estaba dispuesta a cambiarles la vida otra vez, total más daño ya no podía hacer.
Era lesbiana y eso no lo puede cambiar nada ni nadie.
Paró en un bar de carretera, estaba cansada y necesitaba un café. El corazón le late con fuerza mientras sentada en la banqueta espera a que le sirvan. Ya quedan pocos kilómetros para el reencuentro.
Mientras sorbía el café que le quemaba los labios, observaba a la gente sentada en la barra. Especulaba sobre sus vidas ocultas, formando en su cabeza historias, de cada uno de ellos.
La enigmática Sara, con su vida también se podría escribir un libro.
Se montó en el coche y siguió su camino, ya sin mas remedio que continuar, se armó de valor agarró el volante con fuerza y suspiró. Así soy y así me tienen que querer.
Sentada en el asiento del conductor divagaba pensando en su madre, una mujer extrañamente conservadora, para su gusto siempre correcta, sin salirse de su rutina, pensando más en lo que piensa la gente que en la felicidad de los suyos.Que decir de su padre un hombre bueno, el perrito faldero de su madre, sin voz ni voto en esa casa aburrida.
Nunca demostraron signos de afecto delante de ellas, pero aquello les pareció siempre algo normal, hasta que se alejaron de aquel hogar y de sus lados.
Su hermana era tan diferente a ella que parece mentira como podían parecerse tanto físicamente. Cuando se ahogó en el mar, ese día horrible, la mitad de su ser se fue con ella.
Muchas noches se despierta sudando, oyendo como Verónica le pide ayuda, mientras el mar se la traga, sin que Sara pueda dar un paso por evitarlo. De repente todo cambia y aparece la cara de Sara en el sueño, la que se ahoga es ella.
Sara vuelve a la carretera, ve el mar que la rodea, se siente en otro mundo, se da cuenta que la encanta el olor que desprende el agua, sin poder remediar, por el contrario, recordar que un día lo odio a muerte.
Se le revuelve el estómago a lo lejos la casa de sus padres aparece grandiosa y siniestra, aburrida y sin vida. Esa casa donde nacieron y donde también se perdieron muchas vidas no solo la de Verónica.
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