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jueves, 8 de diciembre de 2011

IRENE: MUJERES DE MADRID



Irene lleva unos días trabajando en casa, las nauseas no la dejan tranquila ni un solo día.
Le ha pedido a su jefa un adelanto de las vacaciones y se ha cogido una semana.


Los artículos en los que trabaja tampoco necesitan de mucha investigación in situ, con internet la basta y la sobra.


Delante del ordenador Irene, se debate entre seguir escribiendo o echarse un poco, opta por una buena taza de café descafeinado.
Los temas de los que tiene que hablar la aburren tanto que casi delante del ordenador se le cierran lo ojos.


Mira por la ventana la niebla no deja ver las casa de los alrededores y se siente afortunada por estar en casa calentita, sin tener que ir caminando por las frías calles de Madrid.
Sigue pensando en como terminar ese artículo que la tiene frita, cuando llaman a la puerta. Del sobresalto se le cae en la camiseta un poco de café.
- Quién puede ser?? - Se pregunta, mientras intenta sin éxito quitarse la mancha.


Abre la puerta, Ramón la mira preocupado. Ella le mira sorprendida.


- Que te pasa?? - Le pregunta 
- Nada. Por qué?? - Contesta ella
- Estás enferma?? Por la redacción se oyen cosas.
- Y que se oye,si puede saberse??
- Cosas no muy agradables.
- La gente habla mucho. Simplemente estoy un poco indispuesta.
- Vale, entonces me quedo más tranquilo.


Irene no se queda tranquila, pensando en si contarle algo o dejarlo pasar.


- A que has venido.
- Tengo algo que decirte. 
- Tiene que ser importante para dejar el despacho a estas horas.
- Si, lo es.
- Quieres un café y nos sentamos?? Pero tiene que ser descafeinado en mi estado es lo que tomo.


Irene se queda con la boca abierta ha metido la pata, tendrá que rectificar.


- Quiero decir que tengo el estómago hecho polvo algo me ha debido sentar mal. Bueno que querías decirme.
- Si, esto...
Ramón estaba tan concentrado en lo que iba a decirle a Irene que no se dio cuenta de la metedura de pata de esta.
- No se como empezar.
- Pues por ejemplo... Erase una vez... - Irene se empezó a reír histérica. Se estaba poniendo nerviosa.
- Esto es algo serio. Por lo menos para mi.
- Vale, Vale!! Si no me lo dices como voy a saberlo.


Ramón cogió a Irene del cuello y la atrajo hacía él, la beso con tanta fuerza que casi la dolió. Intentó zafarse de  él pero no pudo se había propuesto follarla allí mismo.
La desnudó tan deprisa que ni se enteró, cuando se quiso dar cuenta él estaba encima moviéndose con fuerza.
Irene gritaba de placer entre abrazos besos y caricias el cambio de posturas y lo salvaje de la situación, Irene empezó a pensar que estaba siendo el mejor polvo de toda su vida.


Cuando terminaron, Ramón la miró fijamente. Empezó a hablar sin dejar que Irene le interrumpiera. Por que si le frenaba nunca se atrevería a decirla que quiere casarse con ella.

jueves, 10 de noviembre de 2011

SARA: MUJERES DE MADRID



Sara comienza a ver color en su nuevo negocio, entusiasmada por como está quedando e impaciente por que llegue la inauguración.


Sale a la calle, mira hacia arriba para ver el cartel de color dorado con letras marrones, que dice: "Un café,  un libro".


Aunque asustada por todo lo que implica un negocio, tal y como están las cosas hoy en día, la ilusión de cumplir uno de sus sueños puede más que el miedo.


Rebeca sale a la calle en su busca. Ella le ha ayudado desde que se conocieron. Han hecho buenas migas. Sara le quiere proponer que sea su socia.


- Asustada?? - Dice Rebeca
- No, mas bien impaciente.
- No te preocupes, todo saldrá bien.
Sara se queda más tranquila, pues Rebeca tiene el don de serenarla cada vez que está de los nervios.
Rebeca le da seguridad desde que tomaron su primer café las dos juntas, desde entonces han sido inseparables.


Sara mira a Rebeca y ella le devuelve la mirada, con una sonrisa que las dos saben muy bien que significa.


Rebeca se acerca a Sara, le coge de la cintura, le da la vuelta y le planta un beso con toda la pasión de la que es capaz.
Sara se derrite en sus brazos, es tan sensual, tan dulce, tan diferente a otras mujeres con las que ha estado, que le da miedo, le da terror que se vaya, que un día desaparezca y no vuelva a saber de ella. 
Sara piensa entre sus brazos, que quiere vivir el momento, estar a su lado y no pensar en nada mas.
Rebeca le coge de la mano.
- Vámonos. Ves cerrando, voy a por nuestros bolsos.
- De acuerdo. 
Sara se va hacia la puerta esperando a Rebeca que se acerca con esos pasos firmes, tan sexy. 
Mientras sujeta la puerta de entrada a la librería, Sara se da cuenta de algo importante. 
Se está enamorando de verdad de esa Diosa, esa mujer tan maravillosa, con la que querría pasar el resto de su vida...



domingo, 30 de octubre de 2011

No es miércoles, Tampoco están en el bar donde las tres quedan para hablar de sus cosas.

Están a los pies de la cama de Rocío. Huele a hospital la sensación de tristeza les recorre el cuerpo.

Irene se acerca y le coge la mano, Rocío sonríe, se le ve afligida, sus ojos reflejan el miedo que siente, Irene le da un beso en la frente.

Sara se pone al otro lado mira sus ojos tristes y las dos sonríen tímidamente.

Las tres piensan en lo injusto que te da la vida, en lo injusto de lo que le esta pasando precisamente a ella.
Últimamente las cosas no le han ido muy bien. Juan se fue de la noche a la mañana sin explicarle lo que pasaba por su cabeza.

A Irene eso le parece de lo más cobarde, pero nunca se lo dirá a su amiga, aunque ella piense lo mismo.

Rocío le mandó  un mensaje explicándole la situación pero no hubo contestación por su parte.

Sara odia los hospitales, piensa en su padre, el olor le recuerda a él y se apena aún más.
Aunque sepa que está recuperándose nunca aceptarán el hecho de que su padre quiera dejar de vivir.
Rocío está sedada y de vez en cuando se adormece, tiene bastantes dolores y el embarazo no ayuda mucho a mejorar su estado, sino todo lo contrario.

La puerta de la habitación se abre. Las tres chicas se asustan, el silencio casi es sepulcral.
Irene y Sara miran hacia la puerta y las dos se quedan heladas.
Allí de pie Juan, con el rostro desencajado, ojeroso y con barba de cuatro días, mira descompuesto, buscando a Rocío.
Irene se acerca a él antes de que de un paso más. No quiere dejar pasar la oportunidad de decirle cuatro cosas bien dichas.
- Ya era hora de que te dignaras a aparecer.
Juan la mira con resignación, hace acopio de paciencia y le pregunta:

- Como está??
- Pues no muy bien. Estamos esperando al médico.
- Creo que me voy. -Dice Juan de repente.

Irene le coge del brazo todo lo fuerte que puede.
- Pero estás loco!! Que te pasa?? Está a punto de perder tus hijos, sino se va ella antes. Eres idiota o que...!!
- No, tu no sabes nada y sí soy idiota.
- Pero que dices Juan. -Sara se unió a la conversación.
- Esos  niños no son míos, y la enfermedad de Rocío, no es culpa mía. Si eso es lo que pensáis.
Las dos chicas se quedaron sin palabras. Bajaron la mirada, hasta que se recompusieron, el silencio, se oía ahora mas que antes.

Irene lo miró fijamente.
- No quiero oír nada más, nadie te culpa, no se que dices, tus razones tendrás para decir algo así, y no querer estar con ella. Pero te necesita, esto es grave no es una tontería. Lo quieres entender??
- A mi quién me entiende?? Está bien, no quiero armar follón, esperaré al médico, luego saldré por donde he venido.
- Y ella??
- Y yo??

Irene se dio por vencida.
Juan estaba convencido que Rocío se lo había hecho con su ex, antes de que intentara violarla. 
Porque como muy bien sabe Juan después de las pruebas, él nunca podrá tener hijos.


domingo, 2 de octubre de 2011

IRINE: MUJERES DE MADRID





Irene resopla frente al espejo, le sudan las manos, aprieta el aparato rezando por que no se ponga rosa.


Mira su cara que refleja unas ojeras que casi le llegan a la barbilla. Está tan pálida como un vampiro y las nauseas van desde su estómago hasta la garganta. Le tiemblan las piernas, que no sostienen su cuerpo y de repente sin saber como y tan rápido como un rayo, su culo gordo dentro de unos meses, rebota en el suelo dañando su rabadilla.


Oye voces, se levanta como puede, agarrándose al lavabo,  lo recoge todo y se mete en el bater, cierra la puerta y se sienta.


Nota que la puerta de entrada, se abre y dos compañeras de la redacción entran, hablando de sus cosas. Irene escucha toda la conversación, y quiere que esas dos cotorras dejen de decir chorradas y se larguen por donde han venido.


Aunque están dos minutos que a Irene le parecen siglos, las chicas ajenas a ella, salen entre risas del wc.
Se da cuenta, que no ha mirado lo que estruja en su mano derecha, pero es que no quiere mirar.


Todavía sentada en el bater analiza su situación. La vida es así, como dice la canción, si te metes en líos, los líos se menten en ti.
Pero también piensa "Que me quiten lo bailao" .
Hay que arrepentirse de lo que no se hace, pero a lo "Hecho pecho".


No puede negar que tiene miedo y eso le producen nauseas.
Para quitarse el miedo piensa en Alfredo, con él se lo pasa bomba, recuerda y siente en sus propias carnes el polvo del avión.


El servicio era tan pequeño que se clavaban todos lo objetos que sobresalían un poco más de la cuenta.
El  niño como tiene tanta maña para cogerla en vilo, la llevaba de un sitio a otro sin pensarlo dos veces. Hasta que encontraron el sitio perfecto, sentado él y ella encima. Los pantalones en los tobillos, las bragas se las arrancó en un arrebato de pasión mientras ella pensaba. No las bragas no las rompas, me han costado una pasta!!
Pero no quería cortar el rollo y siguió como si nada.


Alfredo le hace sentir joven y Ramón le da seguridad.
Después del polvo en el avión, estuvo con Ramón, sus caricias, sus labios recorriendo su cuerpo, mordiendo su boca, sus brazos rodeándola con fuerza, queriéndolo todo, y él dándoselo todo.


Irene mira su puño cerrado, dentro su futuro.
Abre la mano, armándose de valor, tiene que saberlo ya, para recomponer su vida, si es que puede.
El test de embarazo, da positivo un positivo rosa claro que Irene detesta, ahora si que le tiemblan las piernas, pero no cae, se agarra al lavabo con fuerza, las manos le sudan y sus ojeras se han vuelto marrones de repente.


El problema no es que esté embarazada, lo puede superar, de todo se sale, o eso cree, lo que mas le preocupa es no saber quien es el padre.







viernes, 2 de septiembre de 2011

SARA: MUJERES DE MADRID

Sara, lleva toda la mañana caminando. Es agosto y el sol aprieta calentando el asfalto. Nota como el sudor le cae por la espalda, se siente incómoda, pero aún así, sigue.


Está dispuesta a llevar a cabo su sueño, tiene el presentimiento que después de tantos días de agobio y búsqueda hoy será su gran día.


El periódico que lleva en la mano, garabateado por su rotulador rojo, la guía el camino. A visto cientos de locales,  por ahora sólo le quedan tres, pero ella no pierde la esperanza.


Mientras se detiene en el escaparate de Zara, para admirar una camisa blanca de caballero, piensa en su padre.
Se siente culpable, no puede remediarlo, ha intentado ayudarle de la mejor manera posible, aunque él no haya puesto mucho de su parte. Pero ahora está, más o menos, a salvo, en unos de los mejores centros especializados de la Mancha, allí le curarán, a ella no le cabe la menor duda.
Tiene que reconocer que está muy asustada, su padre no quiere vivir, desea desaparecer de este mundo sin pena ni gloria, pero ella no lo consentirá, volverá a ser una persona, con todas las ganas posibles de vivir de rehacer su vida, por mucho que a los dos les cueste.
Mira el periódico, ya esta cerca de la calle, el centro de Madrid la vuelve loca y mas concretamente la Gran Vía.
Llega al local, emocionada y excitada, se pregunta si está segura de lo que va ha hacer, pero tiene tantas ganas de hacerlo que las consecuencias son algo secundario.


Nada mas entrar, se queda impresionada, es enorme, lo están pintando de blanco, que da sensación de limpio y espacioso. La vigas, una a cada lado del recinto son ideales para lo que tiene pensado. Y los techos altos, lo que ella quería. 
Busca a la propietaria, que habla con uno de los operarios, sus miradas se encuentran y se intercambian unas sonrisas.


- Hola. Soy Amaya.
- Sara. Encantada.
- Que te parece??
Sara no quiere parecer desesperada. Así que, le dice sutilmente, que la encanta.
- Me gustaría saber lo que pides. Eso no lo pones en el anuncio. Aunque lo has descrito estupendamente.
- Bueno, primero te voy a enseñar algo que te va a dejar con la boca abierta. Acompáñame.
Sara sigue a Amaya, con curiosidad intrigante.
- Sube. Por favor.


Unas escaleras de madera les conducen a una enorme terraza, el toldo cubre todo el espacio y las vistas de la ciudad son increíbles.
Sara empieza a trajinar en su cabeza como decorar aquella maravilla.
- Me has dicho por teléfono, que quieres poner una librería. No es así??
- Sí. Tengo pensado una especie de café, librería. Donde la gente pueda venir a leer libros mientras se toma un café, un refresco o lo que sea que quieran. A parte de poder comprarlos llevárselos a casa y traerlos cuando se los terminen, etc... Esta terraza para eso es increíble.
- Osea, que te encanta.
- Sí. Pero me gustaría saber lo que pides. 
- Está bien. Bajemos.
Sara siente como Amaya le clava la mirada, seduciéndola.
- Entra.


Las dos entran en el despacho un habitáculo pequeño pero acogedor, la mesa es de madera, pegado en la pared un sofá de cuero rojo decora la pequeña habitación. Sara se fija en los cuadros, muy parecidos a los que Rocío hace, esos colores tan llamativos iluminan la habitación, también le recuerdan a su amiga y Sara piensa que si se queda con el local no los quitará.


Amaya le entrega un papel con lo que pide por la compra del local, Sara le echa un vistazo lo estudia, lo piensa, saca sus propias conclusiones, inmediatamente después acepta. El precio es estupendo con las ayudas y los ahorros, solo tiene que pedir una pequeña cantidad de préstamo sin ningún problema.
Amaya mira a Sara, Sara le devuelve la mirada, es tan atractiva que no puede dejar de mirarla, quizás ella también se haya dado cuenta.
Sonríen.


- Te invito a un café. - Le dice Amaya levantándose de su asiento.
- Me encantaría. - Contesta Sara encantada con su nueva conquista.


Las dos mujeres se van juntas a tomar un café. Quizás esto sea el principio de una bonita amistad. Piensan las dos.

domingo, 24 de julio de 2011

ROCIO: MUJERES DE MADRID



Rocío llora mientras, sentada al borde de su cama, intenta ver, sin conseguirlo, por las lágrimas que cubren sus ojos, los números diminutos del teléfono.


Juan hace dos semanas  que se marchó, ella aunque le dejo ir, no lo supera, porque le quiere con todo su alma. Pero él no puede más, la presión dejó que su débil carácter, hiciera mella en su interior.


Juan siempre a la sombra de Rocío y ella haciendo de él su marioneta, sin ni si quiera darse cuenta.
En el fondo él nunca quiso tener hijos, ahora ella lo sabe.
- Demasiado tarde. - Le dijo Rocío.
El bajó la cabeza sin poder decir nada, quizás para no empeorar mucho más la situación que ya de por si era un auténtico suplicio.
Tanto para ella como para él, pues los dos siguen queriéndose.


Lo que pasó en la galería con el cobarde de su ex, ha minado la relación. Cuánto tiempo hace que dejaron de hablar?? Cuánto hace que dejaron de sentir??


Su matrimonio ha caído en picado hasta empotrarse contra el suelo, haciéndose añicos, para terminar desapareciendo, para siempre.


Ahora Rocío no puede sola, necesita a Juan, hablar con él y contarle. Contarle lo que acaban de decirle.


Consigue marcar el número, una señal, dos, tres, cuatro... no contesta, tira el teléfono encima de la cama y este cae al suelo. 


Rocío llora, está sola y nunca se ha visto en esta situación, no le gusta nada sentirse así.
Le duele la tripa, parece que va a estallar, los pinchazos son cada vez más fuertes, no puede esperar más y sale de casa, recomponiéndose del estado de tristeza en el que se encuentra para introducirse en el más doloroso acontecimiento al que se deba enfrentar en toda su vida.


Más tarde llamará a las chicas ellas son lo único que le queda.

sábado, 14 de mayo de 2011

IRENE: MUJERES DE MADRID

Irene está absorta en su nuevo artículo, detrás de la mesa de su despacho prefabricado, se siente como en casa.
Su trabajo le fascina cada día más, busca artículos que interesen al la gente, ella se introduce en un mundo diferente , como un actor se mete en su papel. Toma la identidad del personaje.


Irene coje los temas desde los entresijos, yendo y viniendo de un lado a otro. Acercándose a los lugares y codeándose con sus protagonistas.


Esta semana va a ser total. Vuela a Nueva York. Allí la espera una modelo famosa que formó una academia para chicas y chicos que se quieran dedicar a la pasarela, meta de todos ellos.


Irene quiere coger el toro por los cuernos, adentrarse en ese suculento mundo. Indagar en las vidas, emociones, sentimientos y escándalos que se esconden entre las perchas de esos increíbles modelitos. 
En ese momento de felicidad por viajar hacia ese mundillo de cuerpos extremadamente delgados, deliciosamente curtidos e irresistiblemente llamativos, suena el teléfono.
- Irene. A mi despacho.
Que querrá esta ahora.
Su jefa la reclama.


Ya en el despacho de Olga, Irene se teme lo peor.
- Irene querida!! Tengo una misión para ti. 
Irene tiembla. Que se le habrá ocurrido ahora.
- Es un imprevisto.
Joder!! Dímelo ya. Susurra entre dientes, loca de nervios.
- El jefe... Empieza a decir.
Irene blanca.


- Nos ha pedido un favor. Nos manda un becario. Y tu vas a ser su maestra, un mes.
- Pero Olga. Viajo a Nueva York, te has olvidado.
- No. Irá contigo. Que mejor para empezar que algo interesante.
- Sabes, que trabajo sola, odio ir con alguien.
- Ya, el jefe es el jefe. Como tal es el que pone y dispone. A trabajar.
Mira a quien se lo va a decir. Piensa para sus adentros.
- Ah!! Otra cosa. Al lorito que es su hijo.
Irene quiere morirse. Se tambalea mientras se incorpora. pálida como un vampiro que acaba de salir a succionar cuellos, disimuladamente se agarra al respaldo, de la silla.


- Que me caigo, je je!! Dice tontamente.
- Estas bien?? - Pregunta, inocente de ella.
- Si, si. Me voy ya. Tengo muchas cosas que hacer.


No sabe si tartamudea o habla mas deprisa de lo normal, a Olga se le empieza a poner la cara de pocos amigos.


- Ya, ya me voy... si... Hasta luego.
- Irene. - Olga la llama antes de salir.
- Ramón ha querido que fueras tu quien esté con su hijo, no se porque, ni quiero saberlo, sólo te pido que no la cagues, espero que no sea ningún impedimento para que el trabajo no salga como tiene que salir.
- No, no. No te preocupes todo va a salir bien.


Irene salió del despacho mas mal, que bien. Todo le da vueltas se sienta en su silla y apoya la espalda sintiéndose segura de que no va a caerse.
La cabeza no le funciona y no puede pensar. Tampoco puede ingeniar un plan para deshacerse de él, desde esa noche no le trae nada mas que quebraderos de cabeza.
Quizás tampoco quiera desprenderse de ese cuerpo escándalo que la pone tan nerviosa, no está segura de poder contenerse. Pero tiene que pensar en que su profesión está en juego ahora más que nunca.


Da un sorbo a su botella de agua traga y se intenta relajar, respira hondo. Inhala y expulsa el aire despacio, para ver si llega oxigeno al cerebro.
Entonces pone los codos encima de la mesa, antes de coger el teléfono para hacer sus últimas llamadas y piensa.
"Las cosas me pasan por meterme donde no me llaman" Me lo tengo merecido.



viernes, 15 de abril de 2011

SARA: MUJERES DE MADRID





Sara entra en casa de sus padres, médicos entrando y saliendo. Se mueven deprisa chocando contra ella con caras de circunstancia.


Busca a su madre. Su padre está rodeado de personas que quieren ayudarle. Llevan horas con él.


Ayudarle a que, reanimar un cuerpo que ha decidido por voluntad propia quitarse de en medio.


Sara piensa si mandarles a la mierda, él quería morir, pues dejarle morir. Sergio la agarra del brazo, ella quiere acercarse.


- Déjales que hagan su trabajo.


Le subieron por fin a la camilla medio inconsciente pero vivo, su madre al fondo en un rincón, sentada en su sofá mugriento de viejo, con la mirada perdida, balanceándose de un lado a otro. Pensando vete tú a saber!!




- Ya va siendo hora de mantener un conversación con ella. -Le dijo a Sergio muy enfadada.


Sara se puso frente a ella. Con el ceño fruncido y terriblemente enfadada.


- Madre. No vas con él.
- No. -Dijo sin inmutarse.
- Está bien. Entonces tendrás que hablar conmigo. Se que no es el momento pero  me da igual. 
- Ya, tu padre...
- No, madre el no tiene la culpa, se va solo al hospital deberías ir con él.
- Hija tengo algo que decirte.
- Le has hecho la vida imposible, a todos!! Eres egoísta, no tienes corazón.
- Mi corazón... Ahora late más que nunca.
- Encima estás contenta. Esto no tiene sentido.
- Sí, para mi. No estoy contenta estoy frustrada, tu padre ha sido muy cobarde, buen hombre, pero cobarde. No le perdonaré jamás lo que ha hecho. Tengo a mi favor la escusa perfecta para dejarle del todo.
- Cómo dejarle??
- No le quiero. A tu padre hace mucho que dejé de quererle. Se que me odiarás, mas todavía pero...
- Que pasa?? Me lo contarás algún día o tendré que imaginármelo.
- No te preocupes, te lo contaré. He conocido a un hombre. Ese hombre me da todo lo que tu padre no ha sabido darme. Pese a lo que pienses tu padre me quiere, todos estos años me lo ha demostrado pero yo...
- Tu qué!! 
- Tuve que preparar un encuentro, para que nos pillara. Así podría irse para siempre. Abandonarme sin remordimientos.




Sara no daba crédito, se le encendían los ojos por momentos.


- No quiero oír nada mas. Eres... No se que palabra utilizar para describir lo que acabo de escuchar. Olvídate de nosotros, ya te dejamos en paz. Ahora vive tu vida. Hazle la vida imposible a ese pobre hombre al que quieres tanto. 
- Pero hija yo te quiero...
- Yo a ti no. - Sara lo dijo convencida de ello.


Dio media vuelta y se fue en busca de su padre. Ahora la necesitaba más que nunca. Los dos habían vivido momentos de infierno, al no ser comprendidos, mientras su madre, egoísta y despreocupada, vivía su propia vida.
Eso se acabó ya no les haría más daño.

viernes, 1 de abril de 2011

IRENE: MUJERES DE MADRID

Irene se detiene en el escaparate de Loewe, sus ojos se abren más de lo normal, por el increíble bolso que está viendo.


Tiene que ser cómodo piensa y sus colores van con todo, es tan bonito que no se resiste y entra.


Da vueltas por el paraíso, aquello es maravilloso. Abstraída de todo, desconectada del mundo, Irene experimenta un placer casi parecido al sexo.


La dependienta la visualiza, como un coyote hambriento, va hacia ella su presa, directamente le muerde el cuello para que no escape finalizando su captura, con la intención de que compre algún complemento de más de quinientos euros.
Irene se siente acorralada, no quiero comprar nada, solo estoy mirando.
Avergonzada por no poder permitirse tales lujos, mira a los ojos del coyote que empieza a enseñar sus dientes, le sonríe, con miedo, para que así la deje en paz. La señorita dependienta se resigna y la deja por imposible, sabe que no se llevará nada y le deja mirar.
Muy cortésmente se da media vuelta y se dirige a su próxima presa.


Irene está entusiasmada puede probarse lo que quiera, tocarlo, verlo de cerca pero no puede comprar nada, su sueldo de mil-eurista, pelao y mondao, no se lo permite.


A lo lejos ve el maravilloso bolso que la deslumbró en el escaparate, de espaldas un hombre con su hijo, lo miran con intención de comprarlo.


Ella siente una envidia que la corroe por dentro, le gustaría ser la mujer dueña de esa joya.


Se acerca poco a poco, ella también quiere el bolso, tenerlo en sus manos en su hombro un ratito, olerlo, verlo de cerca, encontrarle algún defecto para poder desengañarse y así no quererlo.
Al tiempo que se acerca el hombre y su hijo se dan la vuelta con el bolso en la mano.


Ya  no le importa lo más mínimo esa porquería de bolso, lo que sí la importa ahora es, quien lo lleva y para quien. Y peor aún quien le acompaña.


Irene mira de reojo al chico, está buenísimo tiene que reconocerlo, se parece a su padre. Pero es un cabrón de aquí te espero. Su sonrisa le delata.
No sabe el muy idiota que también me tiro a su padre y que además es mi jefe. (Bueno eso último si lo sabe).


Ramón la ve, le pasa el bolso a su hijo y se acerca a ella.


- Irene!! Cómo estás??
- Bien. Aquí viendo de todo un poco.
Irene no sabe que decir.
- Alfredo!! - Ramón llama a su hijo.
- Quiero presentarte a mi hijo.


Alfredo se acerca casi corriendo, todavía con la sonrisa en la boca.
- Hola. Ya nos conocemos padre.
Dice el muy desgraciado, haciendo que a Irene se le venga el vómito a la garganta y las ganas irrefrenables de salir por patas, lo antes posible.


- Ah!! Y eso. - Dijo algo sorprendido.
- La vi en la redacción el otro día cuando fui a buscarte para comer con mamá.
- Ya me acuerdo. Bueno hemos de irnos, te veré en la redacción.


- Alfredo, esperame en el coche enseguida salgo. Voy a pagar.


Irene se quedó delante del chico, saltan chispas y él lo sabe. Ella quiere largarse, también quedarse y comérselo entero. El la mira desafiante.


De pronto se acerca muy lentamente a ella, le susurra algo al oído, saca la lengua y con la punta le roza suavemente el lóbulo de la oreja.
Irene siente que se la mojan las bragas.
Alfredo sale corriendo hasta el coche, sin que su padre le viera.
Ramón termina de pagar se da la vuelta disimuladamente tan rápido como puede, le hace la señal de que la llamará. Ella asiente confundida casi en estado de chok.


Una vez sola en la tienda, Irene saca todo el aire que tiene acumulado en los pulmones, de no respirar, pensando que se está metiendo en un berenjenal del que no sabe como escapar.