El vacío inunda mi vida, tengo la sensación de estar viviendo un sueño infernal en el que, la cosa más bonita del mundo, desaparece para siempre.
Pero no es una pesadilla, es real, algo que me ha dejado el alma rota, el corazón partido, el dolor quiere salir de mi interior, intentando romper las paredes de mi cuerpo que cubren mis órganos, pero no puede, se está acomodando, encontrando su sitio, creo yo, para siempre.
Le veo por donde quiera que voy, pero no está, sólo en mi mente disfruta de la vida, pero es irreal la realidad es que ha desaparecido de nuestro lado, dejando nuestros cuerpos, aquí en la tierra, esperando a que se acerque a nuestro lado para acariciarle, para darle un premio o para que le saquemos hacer pis...
Quiero que vuelva, hacer desaparecer los días vividos, que han sido un suplicio, para el y también para nosotros.
Tengo en la mente el día que le dejamos para no verle más, ni por un segundo pensé que eso pudiera pasar.
Teníamos la esperanza de que saliera de esta, un perro fuerte, sano y querido como ningún otro, no podía morirse así como así.
Pero el de arriba, si es que existe algo ahí arriba, que lo dudo, se lo ha llevado para siempre, los años han podido con el.
Me reconcome por dentro no haberle podido ayudar más, no saber como se sentía, sufrió mucho o no, no sabemos nada porque hasta el último momento no se quejó, simplemente se consumía sin saber nosotros lo que le estaba ocurriendo.
Te miraba con su carita, la mitad negra y la otra mitad blanca, como diciendo que ocurre, porque lloras, estoy malo, pero sigo aquí.
Su expresión se había marchitado, y sus patas no soportaban su escaso peso, pero cuando te acercabas a su lado para acariciarle,
levantaba la cabeza y dejaba que posaras tus manos en su delicado cuerpo destrozado por dentro.
Ahora que no está necesito acariciarle, darle besitos y verle corretear ladrando detrás de los gatos, pero eso ya no puede ocurrir, aunque lleve su olor por donde quiera que voy y vea su figura menuda andando despacio olisqueándolo todo.
Jamás le olvidaremos y siempre será para nosotros, "nuestra cosita bonita", uno más de la familia que ha desaparecido de nuestra vida, llevándose con el, la mitad.
Te echaremos de menos, mi niño, mi querido perro SPOT.
sábado, 25 de diciembre de 2010
sábado, 18 de diciembre de 2010
domingo, 12 de diciembre de 2010
ROCÍO: MUJERES DE MADRID.
Lo primero que hizo Rocío al entrar en la galería fue buscar a Albert.
Echo un rápido vistazo, no le encontraba, entre tanta gente. Aquello era enorme, las paredes tan blancas, contrastaban con el colorido de los cuadros.
Los techos eran increíblemente altos, decorados con grandes grabados y enormes lámparas todas ellas de cristales que dibujaban en el suelo y paredes diminutos circulitos de colores reflejados por la luz, todo en conjunto daba una placentera sensación de amplitud, acompañado además por unos suelos extremadamente brillantes de mármol blanco roto.
Rocío paseaba observando los cuadros de otros artistas, algunos conocidos otros no tanto. Absorta con tanta belleza disfrutaba del talento arrollador de su gran amigo Albert, que en esa ocasión exponía con ella.
Su arte tan peculiar como él, nacía de sus manos con tanta facilidad como se bebe el agua.
Esas pinceladas sueltas, abstractas, extrañas, se debatían entre la diversidad y la sencillez, resultando ser para el observador una elegante obra de arte.
Volvió a buscarle entre la multitud, allí estaba hablando alocadamente con un grupo de personas que le escuchaban abobados.
Su sombrero blanco y negro resaltaba entre todos, Rocío se pregunto como no le vio antes.
Los pantalones de cuadros de Dolce Gabbana que llevaba, le sentaban bien, a juego con la camisa negra ajustada que le marcaba sus pectorales de gimnasio. Estaba hecho un pincel.
Rocío se acerco a él, la perilla le favorecía mucho, haciéndole aún más atractivo.
Albert la vio acercarse, su sonrisa iluminó la galería, se deshizo del grupo y fue a su encuentro.
Albert le dio un abrazo tan fuerte que casi le rompe una costilla.
- Quita que no me dejas respirar!!
- Estás increíble. Esa gabardina que llevas me encanta, encima hace juego con tus botas. Estás que rompes!!
- Tu también, tenía ganas de volver a verte.
Albert le dio otro apretón esta vez no tan fuerte, que Rocío recibió de buena gana. La colonia de Boss, era la misma de siempre y el aroma se le introdujo en su cabeza buscando recuerdos olvidados, dibujando en su boca, espachurrada contra el hombre de Albert, una sonrisa, instalándose en el hueco reservado a la nostalgia de su cerebro.
- Cuéntame que tal el viaje.
- Bien. A mi jet privado no le falta de nada.
Los dos rieron.
- Estás cansada?
- La verdad es que sí, el avión llevaba horas de retraso, hemos estado cuatro horas en el aeropuerto esperando a que llegara, ha sido agotador.
- Bueno ya estás aquí. Quiero presentarte a alguien.
Albert y Rocío caminaron cogidos del brazo, hablando como dos cotorras por el camino hasta donde le llevaba él.
Un camarero les ofreció dos copas de vino, que cogieron con gusto.
Esas botas que tanto le gustaban a Albert la estaban matando, pocas veces se pone esos taconazos y rezaba por que llegara la hora de quitárselas.
- Hola Pierre. Te presento a mi buena amiga Rocío.
- Hola Rocío, Albert me ha hablado tanto de ti que parece que te conozco de toda la vida.
- Encantada.
- Lo mismo digo.
- Pierre es un galerista muy conocido en todo el mundo. Ha visto tus obras y le encantan. Le he comentado que tienes una galería en Madrid con mucho éxito en la que también expones tu.
- Tu arte es increíble.
- Es fácil para mi, tengo el don que heredé de mi padre. Intento hacer lo que me dicta el corazón y lo consigo. Gracias, me siento alagada.
- Albert me ha contado muchas cosas de ti, eres buena con los negocios y necesito en mi equipo alguien como tú, además de tu talento.
- De que se trata, me tienes intrigada.
- Quiero abrir una galería en París, solo y exclusivamente de mujeres, artistas femeninas, de todas las nacionalidades. No han de ser conocidas todas tiene que ser la primera vez que expongan.
- Es algo arriesgado. No?
- Quizás, pero me gusta el riesgo, aventurarme y casi siempre me sale bien, por no decir siempre.
- Que piensas sacar de todo ello.
- Simplemente quiero ayudar, económicamente no quiero nada. Ahora, si algo sale, será bien venido.
- Y yo que pinto en todo esto. Nunca mejor dicho.
Todos rieron.
- Necesito que lo lleves tú. Con la ayuda de mi equipo. Que te parece?
- Puedo pensarlo, es en París tendría que mudarme unos meses allí.
- No te preocupes por nada yo me ocupo de eso.
Rocío miró a Albert de reojo, que no dejaba de sonreír a Pierre, enseñando las fundas de sus dientes, tan blancas como la nieve.
- Nos disculpas.
- Como no.
Rocío estaba nerviosa quería hacerlo pero la distancia... su galería... tenía que dejarlo todo unos cuantos meses, bastantes meses.
Y Juan, debería contar con él antes de decidir nada. Estaba hecha un lío y Albert no le ayudaba mucho, seguro que solo pensaba en acostarse con Pierre.
En el mismo instante en el que iba a hablar con Albert, sonó el teléfono. Rocío estaba contenta por la propuesta de Pierre. le latía el corazón a mil por hora, era el momento de contárselo a Juan. El le ayudaría a decidir, seguro que la apoyaba en esto.
Miró el teléfono, número desconocido. Que raro, pensó.
Antes de contestar, le dio un vuelco el corazón.
Le sobrevino una extraña sensación, algo no iba bien...
Echo un rápido vistazo, no le encontraba, entre tanta gente. Aquello era enorme, las paredes tan blancas, contrastaban con el colorido de los cuadros.
Los techos eran increíblemente altos, decorados con grandes grabados y enormes lámparas todas ellas de cristales que dibujaban en el suelo y paredes diminutos circulitos de colores reflejados por la luz, todo en conjunto daba una placentera sensación de amplitud, acompañado además por unos suelos extremadamente brillantes de mármol blanco roto.
Rocío paseaba observando los cuadros de otros artistas, algunos conocidos otros no tanto. Absorta con tanta belleza disfrutaba del talento arrollador de su gran amigo Albert, que en esa ocasión exponía con ella.
Su arte tan peculiar como él, nacía de sus manos con tanta facilidad como se bebe el agua.
Esas pinceladas sueltas, abstractas, extrañas, se debatían entre la diversidad y la sencillez, resultando ser para el observador una elegante obra de arte.
Volvió a buscarle entre la multitud, allí estaba hablando alocadamente con un grupo de personas que le escuchaban abobados.
Su sombrero blanco y negro resaltaba entre todos, Rocío se pregunto como no le vio antes.
Los pantalones de cuadros de Dolce Gabbana que llevaba, le sentaban bien, a juego con la camisa negra ajustada que le marcaba sus pectorales de gimnasio. Estaba hecho un pincel.
Rocío se acerco a él, la perilla le favorecía mucho, haciéndole aún más atractivo.
Albert la vio acercarse, su sonrisa iluminó la galería, se deshizo del grupo y fue a su encuentro.
Albert le dio un abrazo tan fuerte que casi le rompe una costilla.
- Quita que no me dejas respirar!!
- Estás increíble. Esa gabardina que llevas me encanta, encima hace juego con tus botas. Estás que rompes!!
- Tu también, tenía ganas de volver a verte.
Albert le dio otro apretón esta vez no tan fuerte, que Rocío recibió de buena gana. La colonia de Boss, era la misma de siempre y el aroma se le introdujo en su cabeza buscando recuerdos olvidados, dibujando en su boca, espachurrada contra el hombre de Albert, una sonrisa, instalándose en el hueco reservado a la nostalgia de su cerebro.
- Cuéntame que tal el viaje.
- Bien. A mi jet privado no le falta de nada.
Los dos rieron.
- Estás cansada?
- La verdad es que sí, el avión llevaba horas de retraso, hemos estado cuatro horas en el aeropuerto esperando a que llegara, ha sido agotador.
- Bueno ya estás aquí. Quiero presentarte a alguien.
Albert y Rocío caminaron cogidos del brazo, hablando como dos cotorras por el camino hasta donde le llevaba él.
Un camarero les ofreció dos copas de vino, que cogieron con gusto.
Esas botas que tanto le gustaban a Albert la estaban matando, pocas veces se pone esos taconazos y rezaba por que llegara la hora de quitárselas.
- Hola Pierre. Te presento a mi buena amiga Rocío.
- Hola Rocío, Albert me ha hablado tanto de ti que parece que te conozco de toda la vida.
- Encantada.
- Lo mismo digo.
- Pierre es un galerista muy conocido en todo el mundo. Ha visto tus obras y le encantan. Le he comentado que tienes una galería en Madrid con mucho éxito en la que también expones tu.
- Tu arte es increíble.
- Es fácil para mi, tengo el don que heredé de mi padre. Intento hacer lo que me dicta el corazón y lo consigo. Gracias, me siento alagada.
- Albert me ha contado muchas cosas de ti, eres buena con los negocios y necesito en mi equipo alguien como tú, además de tu talento.
- De que se trata, me tienes intrigada.
- Quiero abrir una galería en París, solo y exclusivamente de mujeres, artistas femeninas, de todas las nacionalidades. No han de ser conocidas todas tiene que ser la primera vez que expongan.
- Es algo arriesgado. No?
- Quizás, pero me gusta el riesgo, aventurarme y casi siempre me sale bien, por no decir siempre.
- Que piensas sacar de todo ello.
- Simplemente quiero ayudar, económicamente no quiero nada. Ahora, si algo sale, será bien venido.
- Y yo que pinto en todo esto. Nunca mejor dicho.
Todos rieron.
- Necesito que lo lleves tú. Con la ayuda de mi equipo. Que te parece?
- Puedo pensarlo, es en París tendría que mudarme unos meses allí.
- No te preocupes por nada yo me ocupo de eso.
Rocío miró a Albert de reojo, que no dejaba de sonreír a Pierre, enseñando las fundas de sus dientes, tan blancas como la nieve.
- Nos disculpas.
- Como no.
Rocío estaba nerviosa quería hacerlo pero la distancia... su galería... tenía que dejarlo todo unos cuantos meses, bastantes meses.
Y Juan, debería contar con él antes de decidir nada. Estaba hecha un lío y Albert no le ayudaba mucho, seguro que solo pensaba en acostarse con Pierre.
En el mismo instante en el que iba a hablar con Albert, sonó el teléfono. Rocío estaba contenta por la propuesta de Pierre. le latía el corazón a mil por hora, era el momento de contárselo a Juan. El le ayudaría a decidir, seguro que la apoyaba en esto.
Miró el teléfono, número desconocido. Que raro, pensó.
Antes de contestar, le dio un vuelco el corazón.
Le sobrevino una extraña sensación, algo no iba bien...
viernes, 3 de diciembre de 2010
reunión en el bar: mujeres de Madrid
Irene y Rocío se encontraban sentadas en una de las mesas con mejores vistas, del café. A través de los cristales, veían la calle mas transitada del centro de Madrid.
Embelesadas con el gentío de fuera y las hermosas calles, las chicas disfrutaban mientras esperaban a su amiga Sara.
De fondo la música, en este caso, La Oreja de Van Gogh, les proporcionaba un paseo por sus propias vidas, al escuchar las letras de esas canciones, que tarareaban en sus mentes.
Irene pensativa, recordando la angustia en su estómago, su "Querido Jefe"
Rocío ensimismada mirando el exterior y a la gente pasar experimentando el dolor del reencuentro con su "Querido ex".
Las dos en silencio, sin emitir ni una sola palabra que alterara aquel momento pensativo y solitario entre las dos mujeres, esperando a Sara, sin imaginarse ninguna que la mas angustiada de las tres, era la que aún no había llegado.
Se sentó sin decir nada, las tres en silencio. El camarero se acercó, e Irene pidió los cafés.
- Chicas parecemos tres zombis. -Dijo Irene
- Yo desde luego, no me apetece ni respirar. -Replicó Sara sin ganas.
- Pues anda que yo. Tengo un lío en la cabeza que no es normal. Creía que mi vida, ero la vida que yo quería. -Dijo Rocío.
- Que dices loca!! Si tu eres super-cerebral, algo fuerte te ha pasado para que tú, digas eso.
Irene esperó intrigada a que su amiga Rocío le contara algo.
Aquella conversación se fue animando por momentos.
Ya mas relajadas las chicas se contaban sus nuevos pensamientos.
- Ángel ha vuelto a mi vida. Después de tantos años sin saber nada de él, ahora se presenta, para contarme que se ha quedado muy solo. - Comentó Rocío por fin.
- Y tú como te sientes?
- Yo estoy bien pero han vuelto a mí, sentimientos que creía haber olvidado.
- Que te contó. -Preguntó Sara.
- Su mujer murió por una enfermedad de esas, que tiene poca gente, una de cada diez, no se su nombre, es algo raro.
- Pobrecillo, no?
- Pues no, pobrecilla yo, en su momento, cuando me dejó tirada por ella. No le deseo mal a nadie, pero ahora pienso en mí.
Las chicas se fijaron en Sara de repente, las manos de ella tapaban su rostro, desesperada por el infierno que vivía desde hacía un mes.
-Sara que ocurre. -Le consolaba Irene, pasándole el brazo por los hombros.
- Estoy fatal, no pudo dormir ni comer, no vivo. Quiero desaparecer, para que no vuelva a hacerme daño.
- De que hablas, Sara??
- Tengo problemas en el trabajo... Mi nueva jefa...
Sara bajaba la cabeza avergonzada.
- No puedo creerlo!! -Gritó Irene. Está sufriendo acoso en el trabajo, vete sin pensártelo dos veces. Se acabó!!
- Eso es lo que quiero, voy a pedir un excedencia de un año, iré a ver a mis padres.
- Estás segura?? -Rocío lo preguntó sorprendida.
- Sí, ya lo he pensado.
-No vas a denunciarles??
- De momento me voy, no quiero saber nada más. No sé si volveré. Ya veremos. Ahora necesito un cambio de vida.
- Hija, siento lo que ha pasado, no puedo ni imaginar el infierno por el que has tenido que pasar.
- Ya pasó. Lo único que puedo hacer es seguir adelante con mi vida.
- Cambiando de tema. Y tú, Irene? Que pasa con tu querido jefe.
- Joder!! Que me he enamorado de él.
Las tres chicas rieron al unísono, Irene siempre les intentaba sacar una sonrisa, sus historias se convertían en una, cuando se las contaban las unas a las otras.
En verdad todo parecía menos problemático, de lo que a solas, les parecía a ellas.
Sus encuentros en ese café, en el que la música les sacaba de sus presentes vidas para llevarlas al pasado, la luz de las velas, hacía que sus siluetas se proyectaran en las paredes, sentadas en aquéllas sillas, tomando café calentito, viendo a la gente pasar por las calles, llorando, riendo, hablando y sintiendo, les devolvía el espíritu que perdían por el camino de la vida, intentando superar todos los días los obstáculos que hacían más fuerte su amistad.
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