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viernes, 3 de diciembre de 2010

reunión en el bar: mujeres de Madrid


Irene y Rocío se encontraban sentadas en una de las mesas con mejores vistas, del café. A través de los cristales, veían la calle mas transitada del centro de Madrid.
Embelesadas con el gentío de fuera y las hermosas calles, las chicas disfrutaban mientras esperaban a su amiga Sara.

De fondo la música, en este caso, La Oreja de Van Gogh, les proporcionaba un paseo por sus propias vidas, al escuchar las letras de esas canciones, que tarareaban en sus mentes.

Irene pensativa, recordando la angustia en su estómago, su "Querido Jefe"
Rocío ensimismada mirando el exterior y a la gente pasar experimentando el dolor del reencuentro con su "Querido ex".
Las dos en silencio, sin emitir ni una sola palabra que alterara aquel momento pensativo y solitario entre las dos mujeres, esperando a Sara, sin imaginarse ninguna que la mas angustiada de las tres, era la que aún no había llegado.

En ese momento, Sara entró por la puerta del hermoso café, a ella la música no le despertó ningún sentimiento, casi ni la oía, su sombra se dibujaba en el suelo, donde miraba Sara. Ese día no disfrutaba en absoluto con el contacto de la gente. Quería llegar rápido  a la mesa, con sus dos grandes amigas, con ellas se sentía arropada.


Se sentó sin decir nada, las tres en silencio. El camarero se acercó, e Irene  pidió los cafés.
- Chicas parecemos tres zombis. -Dijo Irene
- Yo desde luego, no me apetece ni respirar. -Replicó Sara sin ganas.
- Pues anda que yo. Tengo un lío en la cabeza que no es normal. Creía que mi vida, ero la vida que yo quería. -Dijo Rocío.
- Que dices loca!! Si tu eres super-cerebral, algo fuerte te ha pasado para que tú, digas eso.


Irene esperó intrigada a que su amiga Rocío le contara algo.
Aquella conversación se fue animando por momentos. 
Ya mas relajadas las chicas se contaban sus nuevos pensamientos.


- Ángel ha vuelto a mi vida. Después de tantos años sin saber nada de él, ahora se presenta, para contarme que se ha quedado muy solo. - Comentó Rocío por fin.
- Y tú como te sientes?
- Yo estoy bien pero han vuelto a mí, sentimientos que creía haber olvidado.
- Que te contó. -Preguntó Sara.
- Su mujer murió por una enfermedad de esas, que tiene poca gente, una de cada diez, no se su nombre, es algo raro.
- Pobrecillo, no?
- Pues no, pobrecilla yo, en su momento, cuando me dejó tirada por ella. No le deseo mal a nadie, pero ahora pienso en mí.
Las chicas se fijaron en Sara de repente, las manos de ella tapaban su rostro, desesperada por el infierno que vivía desde hacía un mes.


-Sara que ocurre. -Le consolaba Irene, pasándole el brazo por los hombros.
- Estoy fatal, no pudo dormir ni comer, no vivo. Quiero desaparecer, para que no vuelva a hacerme daño.
- De que hablas, Sara??
- Tengo problemas en el trabajo... Mi nueva jefa...
Sara bajaba la cabeza avergonzada.
- No puedo creerlo!! -Gritó Irene. Está sufriendo acoso en el trabajo, vete sin pensártelo dos veces. Se acabó!!
- Eso es lo que quiero, voy a pedir un excedencia de un año, iré a ver a mis padres.
- Estás segura?? -Rocío lo preguntó sorprendida.
- Sí, ya lo he pensado.
-No vas a denunciarles??
- De momento me voy, no quiero saber nada más. No sé si volveré. Ya veremos. Ahora necesito un cambio de vida.
- Hija, siento lo que ha pasado, no puedo ni imaginar el infierno por el que has tenido que pasar.
- Ya pasó. Lo único que puedo hacer es seguir adelante con mi vida.
- Cambiando de tema.  Y tú, Irene? Que pasa con tu querido jefe.
- Joder!! Que me he enamorado de él.
Las tres chicas rieron al unísono, Irene siempre les intentaba sacar una sonrisa, sus historias se convertían en una, cuando se las contaban las unas a las otras.
En verdad todo parecía menos problemático, de lo que a solas, les parecía a ellas.
Sus encuentros en ese café, en el que la música les sacaba de sus presentes vidas para llevarlas al pasado, la luz de las velas, hacía que sus siluetas se proyectaran en las paredes, sentadas en  aquéllas sillas, tomando café calentito, viendo a la gente pasar por las calles, llorando, riendo, hablando y sintiendo, les devolvía el espíritu que perdían por el camino de la vida, intentando superar todos los días los obstáculos que hacían más fuerte su amistad.

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