Irene se había tomados sus pastillas para dormir, a las seis en punto sonó el despertador y no lo oyó.
Eran las diez y se estaba lavando la cara, en el espejo las ojeras se la notaban más que nunca. Ni su crema antiojeras podría con ellas, menos mal que anoche mientras cenaba pensó que ponerse, su falda vaquera con las medias negras y su jersey de cuello alto negro, que adornaba con un collar plateado del que colgaba un corazón rojo.
Hoy presentaba su artículo, Olga se enfadaría con ella pero en su mesa lo tendría a las once en punto como ella quería.
Irene estaba segura que daría el visto bueno , para ponerlo en las páginas centrales que todo el mundo quería, pero Irene era la que siempre lo conseguía sus artículos eran sensacionales.
Este ocupaba dos páginas enteras o más.
La semana fue movidita, se la pasó de convento en convento, recaudando información lo más interesante posible, al principio el tema le pareció de lo más aburrido, pero después de la semana hablando con las monjitas, cambió de parecer.
Las anécdotas que estas le contaron a Irene eran interminables, desde amor, sexo, drogas y rock and roll. En serio, estas mujeres no tenían nada de santas. Eran personas como todos los demás con sus vivencias, algunas más devotas que otras.
Más de una se desahogó con ella contando cosas de las que se avergonzaban casi en secreto, ahora Irene lo contaría, pero sin mencionar nombres, algo que se preguntaba si era ético, pero un periodista no tiene de eso, si quiere triunfar. Y ella quería.
Sor Luz Di, le contó que se había enamorado locamente de su confesor, un cura joven, guapísimo, irresistible. Se veían a escondidas. Un día les pillaron en el confesionario, a los dos desnudos, follando como locos. A él le echaron quitándole del sacerdocio, con ella tuvieron más compasión la internaron en un convento más de un año sin poder salir de él ni hablar con nadie, ni comodidades, nada de nada. Dice que casi se vuelve loca, pero aguantó.
Mientras se sentaba en su mesa, abrumada por el tráfico de Madrid, recordó la noche del cuarto oscuro. Movió la cabeza, creyendo que ese recuerdo saldría, desvaneciéndose como el humo.
Irene leyó lo escrito, impreso desde su ordenador. Vaya con las monjitas!! -Exclamó para sus adentros. La sonrisa de satisfacción, se le dibujaba en la cara.
- De que te ríes??
Subió la cabeza, fijando sorprendidas los ojos en él
- Compártelo conmigo. Quieres??
- Quiero que te marches. Que me dejes en paz y no me des más el coñazo.
- Y eso porqué??
- Muy sencillo. No quiero volver a verte. - Irene no sabía si lo quería de verdad.
- No puedo quitarte de mis pensamientos.
- Pues yo intento borrarlo todo de ellos.
- No se porque te enfadas conmigo. Esa noche, lo pasamos los dos francamente bien.
- Ya... No sabía que eras tu. Si lo hubiese sabido no estaríamos manteniendo esta conversación. Por lo visto quieres más. No es eso??
- Exacto!!
- Sabe tu padre lo que ha pasado. Sabe acaso que frecuentas esos sitios.
- No. Y tu no se lo dirás.
- Como estás tan seguro.
- Porque entonces, también sabrá lo que haces tu.
Irene no lo había pensado. El muy cabrón la tenía bien cogida... Eso la ponía mucho.
Él se aproximó hacía ella, le agarró del cuello y la besó en la boca. Irene sintió su lengua jugar por dentro, caliente, húmeda, deliciosa. Se estaba poniendo tan cachonda... No podía zafarse de él, tampoco hizo mucho esfuerzo, pero seguro que alguien les había visto, eso lo echaría todo a perder.
De repente la soltó se dio media vuelta y desapareció entre los muros cuadriculados y superpuestos de la redacción.
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